El planeta que se autodestruye: una danza cósmica hacia la extinción

En un hallazgo que redefine nuestra comprensión del universo, astrónomos de la Agencia Espacial Europea han identificado un exoplaneta que parece estar participando activamente en su propia destrucción. El planeta, bautizado como HIP 67522 b, orbita tan cerca de su estrella anfitriona que desencadena violentas erupciones de energía que, paradójicamente, lo están desintegrando poco a poco.

Este fenómeno, observado gracias a la misión Cheops y complementado por datos del telescopio espacial TESS, representa la primera evidencia concreta de lo que los científicos han denominado un “planeta con deseos de morir”. Aunque la expresión es metafórica, describe con precisión el comportamiento de este mundo gaseoso, cuya órbita extrema lo expone a niveles de radiación hasta seis veces superiores a lo habitual.

HIP 67522 b es un planeta joven, de apenas 17 millones de años, con un tamaño comparable al de Júpiter pero con una densidad tan baja que ha sido comparado con el algodón de azúcar. Su cercanía a la estrella genera un fenómeno inédito: al pasar frente a ella, su campo magnético parece activar llamaradas solares de una intensidad cien veces mayor a lo previsto. Estas explosiones, lejos de ser aleatorias, ocurren con una frecuencia que sugiere una interacción directa entre el planeta y su estrella.

La consecuencia de esta interacción es devastadora. La atmósfera del planeta está siendo erosionada a un ritmo acelerado, y los astrónomos estiman que, en menos de 100 millones de años, HIP 67522 b podría reducirse al tamaño de Neptuno o incluso desaparecer por completo. Se trata de un proceso de autodestrucción inducido por la propia dinámica orbital del planeta, una especie de suicidio cósmico que hasta ahora solo existía en teorías.

Este descubrimiento no solo aporta una nueva categoría a la clasificación de exoplanetas, sino que también obliga a replantear cómo entendemos la relación entre estrellas y planetas. Hasta ahora, se asumía que las estrellas influían unilateralmente sobre sus sistemas planetarios. HIP 67522 b demuestra que la influencia puede ser recíproca, y que un planeta puede alterar el comportamiento de su estrella hasta el punto de provocar su propia extinción.

En palabras de Ekaterina Ilin, investigadora principal del estudio, “estamos presenciando un tipo de interacción estelar que nunca habíamos observado. Este planeta no solo está siendo destruido, sino que parece estar contribuyendo activamente a su final”.

El universo, una vez más, nos recuerda que sus reglas no son absolutas y que, incluso en la vastedad del cosmos, hay cuerpos celestes que desafían toda lógica. HIP 67522 b no es solo un planeta condenado: es un testimonio de la complejidad y la belleza trágica del espacio profundo.

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