
Las Vegas fue testigo de una noche que quedará grabada en la memoria colectiva del pop. El 26 de julio, Beyoncé puso punto final a su gira Cowboy Carter en el Allegiant Stadium con un espectáculo que superó todas las expectativas. Más que un concierto, fue una celebración de su legado, una declaración artística y un reencuentro que nadie vio venir: Destiny’s Child volvió al escenario después de siete años, desatando una ola de emoción entre los asistentes.
La aparición de Kelly Rowland y Michelle Williams junto a Beyoncé fue el momento más esperado de la noche. Mientras sonaba “Independent Woman”, la artista descendió del escenario y reapareció con sus excompañeras, provocando una ovación ensordecedora. “Destiny’s Child, perras”, exclamó con euforia antes de interpretar “Lose My Breath”, “Energy” y “Bootylicious”, en una secuencia que combinó nostalgia, poder femenino y sincronía perfecta. El famoso “mute challenge” fue ejecutado con éxito, y Kelly Rowland, en tono divertido, pidió silencio al público: “Cállense”.
La química entre las tres fue tan natural que parecía que el tiempo no había pasado desde Coachella 2018. Beyoncé no ocultó su emoción y pidió un aplauso para sus compañeras, mientras su hija Blue Ivy brillaba en el escenario con una coreografía al ritmo de “Déjà Vu”, consolidando su lugar como figura emergente del espectáculo.
Pero Destiny’s Child no fue la única sorpresa. Jay-Z apareció para interpretar “Crazy in Love” y “Ni**as in Paris”, sellando su participación con un beso que reafirmó la complicidad de una de las parejas más influyentes de la música. También se sumó Shaboozey, colaborador del álbum Cowboy Carter, para cantar junto a Beyoncé el tema “Sweet Honey Buckin’”, aportando un toque de country moderno con raíces afroamericanas.
La noche estuvo cargada de simbolismo. Beyoncé lució una camiseta con el mensaje “Deja Blue” en honor a su hija, y cerró el show con un mensaje contundente: “Nunca pidan permiso para algo que ya les pertenece”. El concierto coincidió con el Día Nacional del Vaquero, y Parkwood Entertainment lo celebró como un homenaje al legado de los vaqueros negros que dieron forma a la historia estadounidense.
Con 32 fechas en Estados Unidos y Europa, Cowboy Carter no solo fue una gira, sino una travesía artística que rompió barreras de género, estilo y representación. El cierre en Las Vegas, con celebridades como Oprah, Khloé Kardashian y Gayle King en primera fila, confirmó que Beyoncé sigue siendo mucho más que una estrella: es una fuerza cultural que transforma cada escenario en un manifiesto de identidad, poder y evolución.