El Espejo Silencioso: La Ausencia de Sofía de Edimburgo en el Funeral de Diana

Un día como hoy, 31 de agosto, hace ya varios años atrás, el mundo despertaba con la noticia que paralizó corazones y estremeció a millones: la muerte de Diana, princesa de Gales, en un trágico accidente en París.
Mientras el Reino Unido se sumía en un duelo colectivo, una figura permaneció en silencio, lejos de las cámaras y del cortejo fúnebre: Sofía Rhys-Jones, hoy duquesa de Edimburgo, decidió no asistir al funeral. ¿La razón? Un parecido físico que, según fuentes cercanas al palacio, era “demasiado perturbador”.

Un reflejo incómodo

Sofía, entonces pareja del príncipe Eduardo, compartía con Diana rasgos que iban más allá de lo superficial: cabello rubio, ojos claros, facciones suaves y una elegancia que evocaba inevitablemente a la princesa del pueblo. En los pasillos de Buckingham, algunos la apodaban “Di-déntica”.

Según la biografía Sophie: Saving the Royal Family de Sean Smith, la decisión de no asistir fue tomada con sensibilidad. “Sofía sabía que su presencia podría alterar emocionalmente a la multitud”, reveló una fuente palaciega. El parecido era tal que incluso Diana, en vida, habría comentado con ironía: “Ahí viene mi doble”.

Aunque nunca hubo una relación cercana entre ambas, los rumores apuntaban a una tensión silenciosa. Diana, ya divorciada y en una etapa de reinvención personal, habría sentido que Sofía imitaba su estilo, desde el corte de cabello hasta la elección de atuendos.

La ausencia de Sofía en el funeral no fue un acto de indiferencia, sino de respeto. En un momento donde el país entero lloraba a su ícono, ella optó por no desviar la atención ni provocar confusión. “No soy Diana, y jamás podría competir con su imagen”, declaró en una entrevista años después.

Un funeral sin precedentes

El funeral de Diana, celebrado el 6 de septiembre de 1997, fue seguido por más de 2.5 mil millones de personas en todo el mundo. No fue un funeral de Estado, pero sí un evento que rompió protocolos y unió a millones en una despedida cargada de flores, música y lágrimas. Elton John interpretó “Candle in the Wind”, y sus hijos, Guillermo y Enrique, caminaron detrás del ataúd en una imagen que quedó grabada en la memoria colectiva.

La historia de Sofía y Diana no es solo un capítulo menor en la narrativa real. Es un recordatorio de cómo la imagen, la percepción pública y la empatía pueden entrelazarse en momentos de dolor colectivo. La decisión de Sofía, lejos de ser frialdad, fue una muestra de conciencia emocional y respeto por una figura que, incluso en la muerte, seguía siendo el centro de todas las miradas.

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