Este lunes, Cazzu irrumpió en el silencio público con una confesión desgarradora: Christian Nodal se niega a firmar el permiso para que su hija, Inti, viaje con ella. La cantante compartió lo vivido durante una mediación con el abogado del cantante: afirmaciones tan crudas como devastadoras, que la dejaron sintiéndose desprotegida y en medio de un sistema que, según ella, refuerza la misoginia.

En una videollamada llena de tensión, la mediadora ofreció una salida parcial: autorizar un permiso hasta que Inti cumpla cinco años. La respuesta fue directa y devastadora: “‘Mi cliente está consciente de que, cuando tenga ganas, puede revocar ese permiso’”. Y fueron los silencios los que lo dijeron todo. “Ese hombre me miró a los ojos y sin decir nada, me transmitió: ‘tenemos el control sobre vos y tu hija’.” Fue un momento que definió por qué hoy su voz resuena con fuerza.

Desde entonces, Cazzu ha decidido no desgastarse en batallas legales. Vive un privilegio que muchas madres solteras no tienen: acceso a abogados, recursos y protección. Pero reconoce que eso no le da la paz que otros merecen. En su lucha, habla por quienes no pueden pagar un juicio, por las mujeres que no tienen acceso a justicia, por las que son tratadas como números cuando solo quieren ejercer su derecho de ser madres.

Su historia ya trasciende lo personal. Es una batalla que abre heridas, sí, pero también puertas hacia la empatía colectiva. Cazzu ha elegido canalizar el dolor en arte y en palabra, en dignidad. No es solo la voz de una cantora: hoy es un faro de resistencia para quienes, sin visibilidad ni privilegios, enfrentan el mismo monstruo invisible.