
En el universo de la nutrición contemporánea, cada vez es más evidente que no solo importa qué comemos, sino cuándo lo hacemos. Diversas investigaciones científicas han demostrado que el horario de las comidas nocturnas puede alterar significativamente el metabolismo, influir en la calidad del sueño y favorecer el aumento de peso corporal. Esta relación está mediada por el sistema circadiano, el reloj interno que regula nuestras funciones biológicas en sincronía con los ciclos de luz y oscuridad.
Durante la noche, el cuerpo entra en un estado de reposo metabólico. La digestión se vuelve más lenta, la sensibilidad a la insulina disminuye y la capacidad de quemar calorías se reduce. Estudios publicados en revistas como Cell Metabolism y revisiones científicas en plataformas como SciELO México y SciELO Chile han evidenciado que consumir alimentos cerca de la hora de dormir puede provocar un menor gasto energético, mayor acumulación de grasa en el tejido adiposo y alteraciones hormonales que intensifican el apetito. Aunque la cantidad de calorías ingeridas sea la misma, el cuerpo responde de forma distinta según el momento del día en que se consumen.
La crononutrición, una disciplina emergente que estudia cómo el horario de las comidas afecta la salud metabólica, ha cobrado relevancia en los últimos años. Investigaciones revisadas por medios especializados como Infobae y National Geographic coinciden en que comer en sintonía con los ritmos circadianos —por ejemplo, desayunar temprano y cenar liviano antes de dormir— mejora la regulación de la glucosa, la sensación de saciedad y la calidad del sueño. En cambio, ingerir alimentos durante las horas destinadas al descanso puede desincronizar los relojes internos de órganos como el hígado, el páncreas y el tejido adiposo, generando un desorden metabólico que favorece el sobrepeso.
Cuando el hambre aparece en horas nocturnas, los especialistas recomiendan evitar ultraprocesados y optar por opciones ligeras y nutritivas. Frutas frescas, yogur natural con frutos rojos o snacks ricos en proteínas y fibra son alternativas que permiten mantener el equilibrio energético sin comprometer el descanso ni el metabolismo.
En culturas donde las cenas suelen ser tardías, como en España o Italia, no se observan necesariamente mayores tasas de obesidad. La diferencia radica en que la comida principal se consume al mediodía, mientras que la cena es ligera y se adapta al ritmo natural del día. Este patrón demuestra que no se trata únicamente de la hora, sino también de la composición y el contexto de cada comida.
La evidencia científica es contundente: el horario en que se ingieren los alimentos tiene un impacto directo en el metabolismo y el control del peso corporal. Adoptar horarios regulares, cenar temprano y elegir alimentos adecuados son estrategias efectivas para cuidar la salud metabólica y mantener un peso equilibrado.