
Se estrenó con bombos y platillos el nuevo reality de Telemundo, Miss Universe Latina, una producción que prometía frescura, empoderamiento y una representación vibrante de la mujer latina en camino al certamen Miss Universe. Sin embargo, lo que vimos en pantalla dejó más preguntas que aplausos.
La propuesta se anunciaba como innovadora: 30 concursantes viviendo juntas en una mansión, divididas en equipos liderados por nada menos que Alicia Machado y Zuleyka Rivera. El jurado, conformado por Aracely Arámbula, David Salomón y Fabián Ríos, prometía una mirada completa sobre belleza, talento y carisma. Pero en ejecución, Miss Universe Latina se sintió más como una copia mal lograda de Nuestra Belleza Latina que como una evolución del formato.

Los retos fueron prácticamente idénticos, desde las coreografías hasta la dinámica de convivencia, con la diferencia de que aquí la producción no estuvo a la altura. El maquillaje de muchas concursantes era sencillamente feo; los peinados, improvisados; y los estilismos, desorganizados. Las coreografías del opening y de los retos no solo eran recicladas, sino mal producidas. Las presentadoras, que debían elevar el estándar, lucieron por momentos incluso menos preparadas que las propias participantes.
Todo esto deja al descubierto una triste realidad: el problema no es que la televisión haya perdido audiencia, es que ha perdido creatividad. Una plataforma tan poderosa como Telemundo tenía en sus manos la posibilidad de revolucionar el concepto de un certamen televisivo. Pero apostó por la fórmula fácil y gastada.

Ser original no significa descartar lo que ha funcionado, sino tener la valentía de reinterpretarlo con identidad propia. Porque si solo repetimos lo que ya fue número uno, sin ofrecer nada nuevo, lo que estamos haciendo no es rendir homenaje… es quedarnos cómodamente en la sombra de algo que ya brilló por sí solo.
Se puede ser creativo. No hacía falta copiar exactamente a Nuestra Belleza Latina ©nuestrabellezalatina. La inspiración es válida, pero lo que vimos fue prácticamente una réplica: mismos formatos, mismos retos, incluso el mismo tono en algunas dinámicas. Cuando se tiene la oportunidad de crear algo nuevo, lo mínimo que se espera es una propuesta distinta, algo que aporte, que evolucione. Pero esto fue como ver el mismo show con diferente logo.
Ser original no significa desechar lo que ha funcionado, pero sí al menos tener la valentía de reinterpretarlo con identidad propia. Porque si solo repetimos lo que ya fue número uno, sin ofrecer nada nuevo, lo que estamos haciendo no es rendir homenaje… es quedarnos cómodamente en la sombra de algo que ya brilló por sí solo.
A esto hay que sumarle un problema aún más evidente: la pobre ejecución. Las concursantes estaban mal maquilladas, mal peinadas, con looks deslucidos y sin una propuesta visual coherente. El maquillaje estaba feísimo, los peinados parecían improvisados, y todo gritaba “baja producción”. Las coreografías del opening del show y de los retos no solo eran idénticas a las de Nuestra Belleza Latina, sino que también estaban muy mal producidas.
Incluso las figuras principales del programa —quienes debían marcar la diferencia— no fueron capaces de sobresalir positivamente. En cuanto a estilismo, maquillaje, peinado o vestuario, se notaban desconectadas del resto del concepto visual, intentando destacar por encima de las concursantes sin lograr una estética armoniosa o profesional. El resultado fue un espectáculo visualmente incoherente y poco atractivo.

Después dicen que la televisión ha perdido audiencia, pero lo cierto es que lo que han perdido son la creatividad y la oportunidad de hacer cosas con un gran valor, para entretener. Porque cuando el contenido se vuelve copia sin alma, el público se desconecta, no porque no quiera ver televisión, sino porque ya no le ofrecen nada digno de ver.
Queridos lectores, nos vemos en el próximo artículo. Estamos a un clic de ustedes.
