
La industria musical atraviesa un momento de tensión con el avance de la inteligencia artificial. La banda australiana King Gizzard & the Lizard Wizard decidió retirar su catálogo de Spotify como protesta contra las inversiones del CEO de la plataforma en proyectos de IA vinculados al ámbito militar y por las críticas al sistema de regalías digitales que, según los músicos, desfavorece a los creadores.
Lo sorprendente ocurrió después: aparecieron perfiles falsos con nombres similares al de la agrupación, como *“King Lizard Wizard”, que ofrecían canciones generadas por algoritmos y portadas creadas con inteligencia artificial. Estas imitaciones copiaban el estilo visual y musical de la banda, llegando incluso a atribuir falsamente la autoría de los temas a *Stu Mackenzie, líder del grupo.
Los seguidores denunciaron que Spotify no solo permitió la existencia de estos clones, sino que su propio algoritmo los recomendaba en listas como Release Radar y Discover Weekly, posicionándolos junto al perfil oficial de la banda, ahora inactivo. El caso generó indignación y abrió un debate sobre la vulnerabilidad de los artistas frente a la clonación digital.
Aunque Spotify anunció nuevas políticas para combatir la suplantación y el contenido engañoso, la aparición constante de imitaciones evidencia que la implementación sigue siendo insuficiente. Este episodio refleja un dilema mayor: cómo proteger la autenticidad artística en un entorno dominado por algoritmos y contenido automatizado.
En conclusión, la retirada de King Gizzard & the Lizard Wizard de Spotify y la posterior aparición de copias digitales se ha convertido en un símbolo de la tensión entre innovación tecnológica y defensa del arte. El caso deja claro que la música, en la era de la inteligencia artificial, enfrenta un desafío urgente: garantizar que la creatividad humana no sea desplazada por imitaciones generadas por máquinas.