
En los últimos días, TikTok y otras redes sociales se han visto inundadas con videos que aseguran que Juan Gabriel, el icónico “Divo de Juárez”, está vivo. Los clips muestran al cantante con una apariencia sorprendentemente realista, hablando y moviéndose como si nunca hubiese partido. Sin embargo, la realidad es otra: estos videos son productos de la inteligencia artificial, concretamente de tecnologías conocidas como deepfakes.
La combinación de nostalgia colectiva y avances tecnológicos ha hecho que estas recreaciones se propaguen rápidamente, confundiendo a muchos usuarios. Aunque para algunos pueda parecer una simple curiosidad, la facilidad con la que hoy se pueden crear imágenes y videos hiperrealistas plantea un desafío cada vez mayor: ¿cómo distinguir lo real de lo fabricado?
El fenómeno no es nuevo, pero la potencia actual de la IA lo ha llevado a otro nivel. Herramientas capaces de clonar voces, gestos y expresiones están al alcance de cualquiera, y en cuestión de minutos pueden producir material que antes solo era posible con grandes estudios de efectos especiales. El caso de Juan Gabriel es solo un ejemplo: la inteligencia artificial ha sido utilizada también para recrear discursos de políticos, anuncios ficticios de marcas reconocidas o incluso declaraciones que jamás ocurrieron.
En medio de esta ola de desinformación, incluso han circulado videos donde aparece el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, afirmando que “tiene en la cárcel” al cantante dentro del polémico centro penitenciario de su país. Por si fuera poco, también se han viralizado clips en los que la presidenta de México exige que “se lo regresen”, generando aún más confusión y comentarios en redes. Estos materiales, igualmente creados con IA, demuestran lo sencillo que resulta manipular la percepción pública a través de narrativas ficticias pero convincentes.

Este escenario nos recuerda la urgencia de desarrollar una mirada crítica frente a lo que consumimos en internet. La verificación de fuentes, el contraste de información con medios confiables y el análisis del contexto son pasos esenciales para no caer en la trampa de la desinformación digital.
La pregunta que queda abierta es hasta dónde puede llegar esta tecnología y cuáles son los límites éticos que deberían imponerse a su uso. Mientras tanto, lo cierto es que Juan Gabriel sigue siendo parte de la memoria colectiva de millones, y aunque la IA pueda traerlo de regreso en forma digital, la responsabilidad de discernir entre homenaje y engaño recae en cada usuario.
En un mundo donde la verdad puede manipularse con un algoritmo, la mejor defensa sigue siendo el pensamiento crítico y el consumo responsable de información.